Cuando se es niño, cada evento
escolar es EL EVENTO para los padres, los maestros y para cada uno de los
alumnos quienes quieren mostrar al mundo los talentos desarrollado en el cole.
Para las maestras es un momento
estresante, emocionante y gratificante, obsequiar a los padres y comunidad en
general los avances de sus niños; si, sus niños, porque de una forma u otra se
convierten en madres complementarias, esas que cuidan el detalle que a la biológica
se le pasó. Esas que observan más allá de las simples rabietas, porque detrás de
ellas puede esconderse un dolor, un sufrimiento o simplemente manipulación.
Mis hermanas y yo contamos con
maestras excepcionales, que aún hoy siguen enseñando de oficio o sencillamente
con su ejemplo como ciudadanas ejemplares. Donde quiera que esté una de ellas,
quiero que sepan desde mi corazón que las amo, y que grandes cosas he logrado
gracias a su esfuerzo, buenos consejos y dedicación.
En nuestra época de estudiantes
escolares se festejaba a las madres en mayo, a los padres en junio, el pesebre
de diciembre, los bailes de carnaval, y el baile de fin de curso. Total, nada
más lejos de imaginar a una niña que no bailase durante cualquiera de las
múltiples oportunidades anuales para festejar.
El título de la entrada es una de
las estrofas del himno a la Virgen Niña de la congregación de las hermanas de
La Presentación, colegio en el que hice mis estudios básicos, y canción que repasábamos
una y otra vez hasta que quedase los suficientemente entonada para que luciera
hermosa el día de la misa o de la procesión. No hay baile o evento que
recuerde, en el que esa canción no venga a mi memoria y me deje una sonrisa en
el rostro.
Teníamos maestras integrales muy
exigentes en esto de las artes. Nuestras instructoras de música casi siempre
Hermanas del Colegio y las mejores coreógrafas, nuestras maestras. Como para
ese momento era una institución exclusiva de niñas, nos repartíamos los papeles
de varones cuando así fuese necesario.
Rosaura, Cecilia, Gloria, Mirla,
Iselsa, Lilita, Quisquella, Madre Isabel, Madre Teresa, Madre Eloisa, Madre
Sobeida, Madre Auristela, nombres entre muchos otros que jamás podrán ser
borrados de las mentes de aquellas que recibimos su amor. Muchos son los que
quedan por mencionar, pero como el corazón es grande y no sabe de fronteras,
ellas, todas ellas, siguen habitando en ese espacio.
Pero mucho más allá del recuerdo quiero
reflexionar sobre la importancia que se le daba a la difusión de lo típico, de
lo que es nuestro, de la música y los bailes de la propia tierra. Era un
caleidoscopio de apellidos extranjeros los que figuraban en los grupos de danza
por sección en el colegio. Había italianas, árabes, portuguesas, españolas,
colombianas y todas bailando sabroso al compás del típico pajarillo. Los bailes
contaban con expresiones de toda la geografía nacional y quienes normalmente abrían
eran las niñas de preescolar con alguna fantasía también alusiva a lo abundante
de nuestra tierra.
Hoy día la historia es otra, y es
gracioso saber que mientras en Utha y en Madrid hay quienes se empeñas en que
sus hijos, que quizás no nacieron en la cuna de Bolívar pero llevan sus raíces,
aprendan a bailar joropo y a pedir bendición, en nuestro país los muchachos
aman montar bailes tecno antes que conocer cuáles son los pasos de su folklor.
Pero así es la vida y es maravillosa, así es como la arepa va a ser conocida en
otros lares y las hamburguesas, el tabule o la pizza se perfeccionan en nuestra
mesa.
En esta oportunidad quiero hacer
un homenaje a la inocencia de la niñez y a la ternura del corazón de mis
maestras compartiendo con Ustedes esa maravillosa y sencilla receta que son los
dulces y blancos suspiros.
SUSPIROS
Receta tomada de: http://mirecetafavorita.blogspot.com
Receta de María Eugenia Montilla
foto tomada de www.revistadominical.com.ve
Ingredientes:
5 claras de huevo
150 gr de azúcar
150 gr de nevazúcar
Procedimiento:
Se mezclan los dos tipos de
azúcar en un recipiente. Aparte se baten las claras y se montan a punto de
nieve (bien firmes) antes de comenzar a agregar el azúcar. Una vez montadas las
claras se le va agregando el azúcar en forma de lluvia como 2 o 3 cucharadas a
la vez y se van batiendo. Una vez que termine de agregar el azúcar podrá
comprobar que el suspiro tiene el punto correcto. ESTAN BIEN FIRMES y al
levantar la batidora no debe escurrir. Si le falta punto, bata otro poco más
hasta lograrlo.
Para el horneado, no lo haga en
bandeja engrasada. Coloque papel encerado en la bandeja y los pueden hacer al
gusto. Colocar cucharaditas o para mejor presentación con manga y boquilla.
Ellos crecen un poco en el horno. El horno debe colocarse más o menos a 150 ºC.
Debe ser más bien bajo porque si se coloca muy caliente, se van a dorar pero
estarán crudos. Ellos están listos cuando al tocarlos por fuera no se pegan de
los dedos y se sienten tostaditos. Más o menos 30 a 45 min.
Si se sacan del horno y no están
listos, al rato se bajaran y se pondrán pegajosos. Si esto te sucede, colócalos
nuevamente en el horno y listo.
Hermoso post, me robó sonrisas y lágrimas hermosas, me trajo los más bellos recuerdos de mi infancia! Gracias
ResponderBorrarTan sencillo como esto. Desde cada rincón del planeta en el que habitemos cada una de las exalumnas de este aún maravilloso colegio nuestras almas se regocijan al leer tu hermoso escrito. Mi amiga y gran compañera de clases. Tus palabras van impresas de alegrias y tristezas. Pero ellas han sido necesarias para nuestra formación como ejemplo de la grandeza que nos identifica. Mi colegio, querido y recordado colegio. Del que mantengo y atesoro los más increíbles e inolvidables recuerdos. Siempre estarán en mi pensamiento. Mis maestras, mis compañeras y amigas a quienes conservo hasta el día de hoy y por seguro las mejores hasta el día de mi muerte. A sus secretarias y su personal administrativo y obrero que después de mas de 20 años siguen haciendo vida dentro de él. No puedo despedirme sin recordar a la Madre Maricarmen Guiñan, y a la Madre Encarnación, los profesores de bachillerato que partieron al cielo como María de Mejías, la profe Ortensia, Jesús Sanguinetti y nuestro Refael Calvo quienes junto a otros no menos queridos pero que aún hacen día a día la lucha en la tierra como mi inolvidable Maritza Marcial, Ligia de Figueroa, Nancy Bracho, Jesús Herrera, Raquel Ramos y el profe Celis entre otros.Todos y cada uno de ustedes marcaron nuestras vidas con el hierro del saber, gran amor y dedicación. Siempre estarán presentes en nuestras vidas. A todos y cada uno mil gracias.
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