Muchas son las historias almacenadas en nuestra mente y en nuestro corazón; algunas veces nos encontramos con recuerdos que lejos de dulces nos parecen fastidiosos, al punto de no querer hurgar en ellos. Uno de esos me detuvo en mi marcha, y valientemente decidí revisarlo hasta encontrar su efecto en mi vida actual.
Después de saborear los ricos “helados de Doña Petra” en mis recuerdos,
comencé a recorrer los pasillos de mi amado preescolar en el colegio de “las
monjas”. Un preescolar cuyo personal acogió tiernamente mi llegada a él, y del
que guardo miles de hermosas memorias, incluyendo dentro de ellas, la
musicalidad que para todo hoy me acompaña.
Era mi primera celebración de los Carnavales en el prescolar y
se suponía que todas las niñas debían ir de disfraz. Mi mamá me disfrazó de niña de "La pequeña casa de la pradera", traje que para más señas no correspondía a mi deseo de
convertirme en bailarina, princesa, odalisca o bailaora, como sí había ocurrido
con mis demás compañeritas.
Imagen de
la Familia Ingalls
serie de
TV “La Pequeña Casa de la Pradera”
Recuerdo que aunque no estaba muy feliz con mi traje, estaba disfrutando mucho de mi fiesta, sin embargo, cuando llegó el momento de la foto grupal, la mamá de una de mis amiguitas me miró y me dijo que esperara un poco, que en esa foto solo iban a estar las niñas “verdaderamente disfrazadas”. Sé que en ese momento me hirió, mas con el tiempo, quedó almacenado en lo más profundo de mi memoria como una de esas espinas del camino, que treinta años después sale para ser liberada.
Aún hoy recuerdo algunas cosas ricas que llevaron las mamás para
degustar ese día, pero brillaba más el dolor que generó para mí, ese “verdaderamente
disfrazadas” que el sabor exquisito de las golosinas.
Les cuento que pude no haber escrito esta entrada, pero sentí
que era una forma maravillosa de agradecer y reivindicarme a mí misma por valer
mucho y reconocerlo hoy; a mi mamá por
amarme y hacer lo posible por complacer mi requerimiento del momento dentro de
sus posibilidades; a la mamá de mi amiga por querer dar a su hija el mejor de
los recuerdos, tal como trataba de hacer mi propia madre; y a mis amiguitas por
no hacerme sentir diferente en ningún momento.
Habiendo hecho ese paréntesis sanador entre tomates y
especias, retomo el caminar por la Venezuela multicultural de mi infancia, que
podía ir de unos “callos a la madrileña” pasando por unas “lumpias”, hasta
continuar con un suculento kibbe que hoy sigue siendo de mis comidas favoritas.
A continuación comparto con ustedes la receta de unas ricas
empanaditas árabes que ese día que hoy libero, captaron eternamente mi atención.
No es la receta de la representante del colegio, pero se parece mucho a los
sabores que recuerdo. Que la disfruten, y como a mí, que los ayude a recordar y a
perdonar!
EMPANADAS ARABES (Fatay)
Receta tomada de http://www.recetascomidas.com
Ingredientes:
Para la masa:
500 gr de harina 0000
220 cc de agua
20 cc de aceite de girasol
25 g de levadura fresca
3 gr de azúcar
10 gr de sal
Para el relleno:
300 gr de cebolla
500 gr de carne vacuna
200 gr de pimiento rojo
80 gr de extracto de tomate
5 dientes de ajo
Perejil c/n
10 gr de pimentón dulce
10 gr de pimentón picante
Sal
Pimienta negra
300 gr de tomate concassé
Jugo de limón c/n
Procedimiento:
Mezclar la
harina con el agua y el aceite. Formar una pasta con el agua y la levadura e
incorporar el azúcar. Mezclar con la preparación anterior y condimentar con
sal. Amasar hasta obtener una masa uniforme, dejar reposar en un bol tapado
hasta que doble su volumen.
Estirar y
formar discos.
Picar las
cebollas y mezclar con la carne, el pimiento picado, el extracto de tomate, el
ajo, el perejil, el pimentón dulce y picante y el tomate, salpimentar a gusto.
Rellenar los
discos con la preparación de carne y cerrar formando triángulos.
Colocar en una
placa aceitada y cocinar por 15 minutos a horno fuerte hasta que se doren.
Retirar del
horno y rociar con limón.
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