Receta de picadillo llanero. Ser
Miss en la Venezuela en la que crecí era el deseo de muchas. Para unas cuantas
familias era motivo de orgullo, que la belleza de su casa fuese coronada en la
pasarela más importante de Venezuela. Pensar en Osmel Sousa y en lo que
representaba la Quinta Miss Venezuela en los 80 y 90 era otra cosa.
Mi entorno no fue la excepción. Algunos de mis afectos cercanos pasaron por academias de modelaje, con miras de llegar a la deseada Quinta, pero qué pasó después, no lo conozco, con el tiempo se dedicaron a sus carreras universitarias. Lo cierto del cuento es que por un lado había laca y brillantes, y por el otro, se seguía visitando el llano. Ese de donde vienen nuestras raíces y que nos acompañará hasta el último suspiro.
Para ese tiempo, las
hombreras, el cabello armado con laca, los zarcillos extravagantes y pare usted
de contar, eran la moda. A las niñas que se formaban en las academias les inculcaban la necesidad de andar bellas e impecables, desde la mañana hasta
el descanso; y aquellas que aun no deseando ser mises, se formaban en las mismas,
mantenían la disciplina.
Uno de los tantos paseos al campo organizados por la familia, coincidió con los estudios de un
grupo de las señoritas en una de estas academias, y como siempre hemos sido de andar con amigos, ellas
invitaron a sus compañeras a disfrutarlo.
El caso es, que desde la salida del sol, entre ordeño y café mañanero,
las niñas deleitaban a los llaneros, con sus copetes montados, sus glamorosas
hombreras y los coloridos maquillajes con los que se adornaban para la época.
Los hombres locales felices,
pero las mujeres…eso era otro tema.
_El caballo para la niña,
fulano…
_No las vayan a dejar solas,
que se pueden hacer daño…
Hoy, muchísimos años después,
me río sola de las caras que ponían las lugareñas mofándose de las mises, diciendo que parecían unas chenchenas.
Las remedaban en el caminar y las maneras, pero les servían con la atención
propia y cálida de quien está en su casa, en su patio, en su tierra.
También recuerdo lo que gozaban los hombres haciéndoles maldades con los bichos del campo. Ser de la ciudad y tener poco contacto con el monte tiene sus desventajas. Los “bichos” siempre son un problema.
Pero lo que hoy quiero
resaltar, es esa mirada asombrada de algunas de las muchachas ante lo nuevo, lo
no conocido, sus maneras suaves para pedir y agradecer, su cara de asombro ante hermosos paisajes, nuevas comidas, nuevas canciones, nuevas leyendas. Recuerdo
los ojos de algunas, sus miradas, y reconozco en ellas el asombro ante la
tierra.
No hay nada más romántico que
un llanero enamorao, versos van y versos vienen al pie de un arpa sonora. En mi condición de niña, me deleitaba con el concierto. Cada coplero procuraba superar al otro. Vivir ese momento me hizo feliz.
Del recuerdo, los aprendizajes:
en el campo y en la ciudad, Venezuela ha tenido mujeres hermosas producto de la
mezcla de razas. Venezuela recibió belleza, de mil maneras distintas y las
fusionó con las que ya estaban. Si, cuenta la historia, que en nuestros aborígenes
había gente bien parecida, ellos también fueron parte de la actual belleza.
Para cerrar este escrito y
homenajear a Nazoa, antes de comer picadillo, te regalo:
Ay, que rico.
Son
las niñas que vienen de Caracas…
Vienen
al pueblo a hacerse las turistas;
Andan en
pantalones, toman “vistas”
Y les
tiran piedritas a las vacas.
Con
cierta entonación de guacharacas
Dicen que
las dislocan los arpistas,
Y entran
a los comercios minoristas
Preguntando
por loros y maracas.
Por la
tarde se van, con las melenas
Adornadas
con ramas y cayenas
Que botarán
después por el camino.
Y al
bajar en la próxima parada
-”tú
sabes, para no llegar sin nada”-
Se compran
medio kilo de cochino.
Y con esto te invito a que
conozcas y prepares, uno de mis platos favoritos en todo el planeta: Picadillo
llanero.
PICADILLO
LLANERO
2 kg
de carne de res (pecho, paleta).
½ kg
de yuca.
5
topochos.
½ kg
de auyama.
Aliños:
2 cebollas.
3 dientes de ajos.
4 ajíes dulces.
5 hojas de culantro (cilantro
de monte o cimarrón).
1 ramita de cilantro.
2 ramitas de cebollín
Aceite para sofreír.
Sal al gusto.
Comino (opcional).
Preparación.
Picar la carne y las verduras
en cubitos de aproximadamente un centímetro. Reservar un topocho entero.
En una olla grande con suficiente
agua, poner a hervir la carne con la sal, dos hojas de cilantro, un ají dulce y
una ramita de cebollín.
Picar los aliños pequeñitos y
reservar.
Una vez que la carne haya
ablandado, agregar las verduras, dejando de último la auyama por su rápido proceso
de cocción. Esta se agregará cuando el resto de las verduras ya estén lo
suficientemente blandas como para, al cocinarse con la auyama, no deshacerse.
Sofreír los aliños colocando
primero el ajo, luego la cebolla, el ají dulce y de último las ramitas verdes.
En mi caso particular, en ese momento,
yo agrego el comino a mi gusto y un poquito de sal.
Se agrega el sofrito a la sopa,
se deja hervir unos minutos y se rectifica la sal.
En este punto donde ya las
verduras están en su punto, rallo el topocho y se lo agrego a la preparación,
dejando que ésta espese.
El picadillo en mi casa,
siempre lo acompañamos con nuestro magnífico casabe y un picantico de suero.
Tips:
El pecho y la paleta son
cortes que contienen grasa y hacen sabrosa pero pesada la preparación, muchas
veces lo sustituyo por pulpa.
Recomiendo agregar los aliños
en dos fases de la cocción, porque siento que al pasar las horas en el fuego,
el sabor de los aliños iniciales, aunque dan gusto al caldo, pierden potencia
en su sabor.
En algunos casos agregan ocumo
a las verduras, pero considerando la sobrecarga de carbohidratos, te recomiendo
que uses tres de tu preferencia.
Esta preparación se puede
espesar tanto con el topocho como te indiqué arriba, o con yuca, haciendo el
mismo procedimiento.
La preparación original de
este plato en con carne seca, así que si te atreves a usarla, lo vas a
disfrutar un montón.
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