Sancocho de Gallina. La vida misma es la mejor fuente de inspiración para la reflexión en estos tiempos. El viernes pasado, ante la inexistencia de gas doméstico para cocinar y de servicio de electricidad para la hornilla eléctrica, en casa, como en miles de hogares venezolanos, y lamentablemente también, del mundo, recurrimos a improvisar un fogón para culminar el almuerzo que había quedado a medio camino:
_Busca la parrillera, los fósforos.
_Cuidado con la llama, que no
se apague. Voy con la olla…
Y así, todo un suceso por aquello que, sin ser elección, era menester.
¡Comimos! y llegó la luz.
El caso es, que, al momento de fregar, pensé en el cuidado que mi mamá y mis tías daban a sus ollas de toda la vida:
_No le subas la llama que se quema la baquelita.
_No cocines con cuchara de
metal que dañas el teflón.
Y así, un sinfín de cuidados
que hoy, a mis cuarenta y tantos me llevaron a pensar:
_Si mi mamá ve cómo quedó esta olla,
después de ese fogón, se vuelve a morir.
Pero más allá, mientras trataba de sanar los estragos de las brasas en mi pobre “olla civil”, pensaba en esos sancochos a la orilla del río que muchos adoraban, cocinados en ollas grandes, curtidas e inmutables ante el fuego y las piedras.
En esas comidas en los pueblos del mundo, hechas en ollas de barro o en otras para tal fin; y si, cada preparación culinaria tiene una olla designada.
Y así, como estos trastes de cocina tienen su especialidad y su momento, también cada ser humano tiene su talento, su tiempo, su lugar perfecto, su espacio designado. No todos nacimos para ser artistas, religiosos, políticos, madre, padre, en fin…no todos nacimos para todo, pero todos somos necesarios.
Imagina a un artista llevando
un libro contable, o a un gran orador y comunicador metido en los confines de
un laboratorio silencioso, frío y estéril. Imagina a un místico que adora el
silencio, sirviendo de pregonero en un sitio bullicioso. Pero si al artista le
das para desarrollar su arte, al orador le das una audiencia ante la cual
comunicar, y al místico le ofreces un espacio para la contemplación y la
oración, no serán exitosos, ¿o por lo menos felices?
Desde
afuera juzgamos condiciones, pero todos tenemos la madera y el temple
necesarios para desarrollar nuestro propósito de vida y ser felices; lo
que hay que procurar es estar en el lugar correcto, y muchas veces eso no
depende de lo externo, sino de escuchar nuestro interior y saber que nos habla
la voz que mejor nos conoce, nuestra conciencia.
En este tiempo, comparto
contigo una de las cosas que me permitió el Padre hacer: escribir, comunicarme
y reflexionar para mí, y si te sirve, tú también te puedes llevar puesto lo que
te acomode de lo que lees, o tal vez nada…no lo sé.
Pero como cada momento alberga
reflexión y también vida, y alrededor de un sancocho, normalmente hay una gran olla,
mucha alegría y vida, hoy honro a todas las ollas designadas del mundo, cada
una en su espacio, con esta receta de sancocho
de gallina.
SANCOCHO DE GALLINA
1 gallina grande en presas
(eliminar exceso de grasa y lave con limón)
3 kg de verduras surtidas
3 jojotos tiernos, picados en
trozos
2 ajos porro (parte blanca y
algo de lo verde)
2 cebollas cortadas en dos
8 dientes de ajo enteros
1 compuesto
1/2 taza de perejil y cilantro
picadito para adornar
Preparación: 30 minutos.
Cocción: 2 horas.
Preparación:
En una olla grande, cocine la
gallina durante 60 minutos, acompañada de la cebolla picada en dos, los ajoporros,
los dientes de ajo, una pizca de sal y unos granos de pimienta.
Saque las presas, cuele el caldo. Coloque nuevamente en la olla la gallina, las verduras y los jojotos troceados, agregue 4 dientes de ajo triturado, sal y pimienta al gusto. Cocine hasta que las verduras ablanden.
En el momento de apagar el
fuego, adicione el atado de compuesto que se elimina antes de servir. Una vez
servido el plato, adorne con perejil y cilantro picadito (opcional).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario