José Lorenzo
Desde que tengo
uso de razón, en la casa de mis abuelos maternos en el interior del país, vive
un loro hermoso que se llama José Lorenzo. Hoy día, después de analizar la edad
del loro, infiero, que tiene dentro de su memoria genética el conocimiento natural
de la eterna juventud: las guayabas del patio de la casa.
Si, las
guayabas. Ese rico manjar constituye la mayor parte de la alimentación de mi
querido animalito, y las saca del gran árbol que aún adorna el centro del patio
de la casa familiar, recargando de su aroma y vitaminas a todos los que la
visitan.
Durante el
tiempo de su vida, José Lorenzo ha pasado por varias etapas. Cuando yo estaba
chiquita y vivía allí, me llamaba Isabel Ceciiiilia, otras veces cuando moría de
hambre llamaba abueeeeelaaa, pero siempre, aún hoy, cuando se acuerda en el
día, canta su canción: Loriiito pintaaaao, de amariiillo verde y
coloraaaao…truuua lorito!! Con este canto obsequia un rato ameno a quienes lo
quieren compartir.
También había
en casa matas de guanábana, mamón e ixoras, todas ellas engalanando ese lugar
de grandes vivencias y que en otrora fungían de escondite para los niñitos que
corríamos sin parar hasta que nos rendía el cansancio o hasta que nos regañara
algún adulto gruñón. La pandillita de entonces Fernando, Omarcito y Yo,
disfrutamos hasta más no poder de esas ricas correrías. Algunas veces se unían
Edgar Rafael y Javier, los sobrinos de mi madrina, quienes en lejana línea,
terminaban siendo mis primos también.
Recuerdo que
cuando no estábamos en casa corriendo de un lado a otro, jugábamos por todo el
vecindario aledaño a la plaza, y en una de esas esquinas quedaba una
cafetería que hoy no recuerdo de quien
era, pero lo que sí recuerdo y aún me mueve la fibra, es el rico aroma entre
café tostado y helado de vainilla. Dios, toda una delicia. Mi olfato se gozaba
de manera sincera cada vez que por allí pasábamos. Al frente de la casa quedaba
una clínica, y un poco más allá la “Academia”, era una casa grande donde las
señoritas aprendían mecanografía. Guao!, recordando esto me dí cuenta que
pertenezco al siglo pasado jajajaja.
Del otro lado
de la casa, convivían y aún lo hacen, la Catedral, una Iglesia Adventista y una
Logia Masónica. Que quién las visitaba? no lo recuerdo; pero lo que yo si se,
es que jamás se faltaron al respeto los unos a los otros, lo que me permitió
tener conciencia desde pequeña de la convivencia con tolerancia.
La casa de mis
abuelos tenía un zaguán para entrar cuyas puertas permanecían abiertas hasta lo
que se podía considerar entrada la noche, y a pesar de eso, no pasaba naaaada. Las
visitas eran bienvenidas y pasaba un sinfín de amigos cada día con historias
diferentes y muchísimo afecto para compartir. Esa es mi Venezuela, en la que yo
crecí y que un día ha de ver a mis nietos, pero por supuesto, remozada.
Te cuento que
mi mamá hacía una mermelada muy rica, pero como entonces tenía quien me la
hiciera, no me preocupé por guardar la receta, sin embargo, busqué una muy
parecida para que la compartamos, y te garantizo, que si la haces con cariño,
va a resultar ser un manjar sano y grandioso para ti y para los que te
acompañen en tu comida, y adicionalmente vas a compartir el secreto de la
inmortalidad que tan celosamente guarda José Lorenzo, que a la fecha de hoy
tiene por lo menos 50 años!!!
MERMELADA DE GUAYABA
http://www.elcambur.com.ve Instagram: @NavasMeals
Ingredientes
1/2 Kg Guayabas
350 gramos de
Azúcar morena
1/3 taza de
agua
Paso 1: Pelar
las guayabas y colocar en una licuadora con el agua hasta obtener un puré.
Paso 2: Junto
con el azúcar colocar en una olla a fuego bajo por alrededor de una hora,
mezclando frecuentemente para evitar que se pegue.
Paso 3: Retirar
cuando espese.
Paso 4:
Almacenar en un frasco de vidrio previamente esterilizado.
Imagen tomada del blog zulmy.blogspot.com
Cuantos recuerdos y alegrías me has contagiado con tus relatos de vacaciones en casa de los abuelos. Yo crecí y viví allí 17 años, que no los cambio por nada.
ResponderBorrarEstoy segura y lo afirmo que la guayaba ha sido y sigue siendo la causal de tanta longevidad (yo digo que José Lorenzo tiene 50 años) y la buena salud del loro y de los que hemos vivido y siguen viviendo en esa casa gran parte de la deben a esos árboles frutales centenarios (también hay Mango, Mamón, hubo Limón, GrapeFruit , Mandarina...) uffffque recuerdos.
Aquí al otro lado del charco añoramos los jugos naturales de todas estas frutas, y es una pena.
Un beso .
A la final del cuento, uno no se va de ningún lado porque realmente los llevamos atesorados en el corazón. La distancia física molesta un poco, pero cuando cierras los ojos vuelves ahi, a ese sitio de felicidad y bellas vivencias. Gracias por ser parte de esta historia. Un beso!
Borrarson bellos los relatos, regreso a esos tiempo y en donde estoy huelo esa mata de guayaba indescriptible, digame cuando mi tia negra me obligaba a tomarme el jugo los almediodias que regresaba de la gobernacion........ son recuerdos
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