¡Parece
mentira!, ha pasado casi un año desde la última vez que compartimos en este
blog. Ha sido un año distinto, entre proyectos nuevos, experimentos exitosos y
fallidos, y tratar de mantenerse vivos en el entorno de pandemia que vive la
humanidad. Creo que todos hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por no
contagiarnos de Covid 19, o de sobrevivir a él y a sus secuelas.
En esta oportunidad quiero compartir contigo, que me lees, la experiencia vivida en mi casa cuando el temido invitado dijo “presente”.
En mi
país, Venezuela, existen dos estaciones climáticas marcada: invierno (lluvias),
y verano (sequías). Cada año, en el tránsito entre una y otra, los cambios de
clima traen consigo gripes, dengue, zika, chincungunya y un montón de virus que
se han vuelto parte de nuestro calendario anual de epidemias. La población en
líneas generales, ha aprendido a lidiar con ello de la mejor manera posible.
Infinita
cantidad de nombres locos se le han asignado a las virosis, siendo una de ellas
“la quiebra huesos”, por el insoportable dolor que muchas de ellas generan en
las articulaciones, y en muchas de ellas es común esto. La población en general
ha aprendido a identificar los síntomas, sin embargo, la mejor forma de
puntualizar su presencia es mediante los exámenes médicos correspondientes y
con la atención de un médico especialista, como es preciso.
Cuando
comenzó el invierno de este año, yo me mojé en una de esas repentinas lluvias,
y como siempre me han afectado los cambios de estación y las variaciones de
clima, no me impresionó el día en que amanecí con malestar de gripe y apenas
unas décimas de temperatura, que luego aprendí que se denominaba febrícula.
No
obstante, ante la posible presencia del nuevo virus, tomé la precaución de
aislarme en una habitación, y comenzar a tomar las medidas recomendadas por
tooooodos los médicos del planeta. Adicionalmente a ello, seguí mi
propio protocolo de infusiones calientes, producto de todos estos años de virus
y calenturas. Un té de hojas de guayaba en la mañana y un té de orégano antes
de dormir. Lamenté mucho que mi planta de romero se hubiese muerto, por mi
abandono, porque hubiese sido el complemento ideal.
Sólo
tres días tuve febrícula, luego la semana de cansancio, y por fin reestablecida
para atender a los otros contagiados. Bendije una y mil veces mi pequeñísimo
huerto de especias. Le pedí perdón a mis plantas por no haberlas cuidado como
era preciso, y siempre que las veía o las regaba, como ejercicio para tomar el
sol, acción vital en estos casos, sentía su propia fuerza revitalizándome.
_ Muchacha, mira que las plantas matan.
En ese
momento no la entendí, pero con los años tomé conciencia de lo importante de conocer
las propiedades y contraindicaciones de las plantas, y su correcto uso para el consumo
humano. No sea que, por hacer una gracia, nos salga una morisqueta.
Las
plantas son maravillosas y unas aliadas excepcionales si se saben aplicar,
tanto en terapias complementarias como dentro de nuestra diaria
alimentación. ¿Por qué lo digo? Porque tengo
más de cuarenta años viendo y percibiendo sus beneficios, pero todo en su justa
medida.
Para
nada es adecuado suspender el consumo de agua pura por infusiones de nada, pero
éstas ayudan a que nuestro organismo sienta de alguna manera, el apoyo de la
tierra que nos sustenta, siempre y cuando se conozca bien cuando es prudente
consumirlas y cuando no.
En la próxima entrada de este blogg, Roberto Espinosa del sitio web www.sembrar100.com, compartirá con todos nosotros un interesante artículo que nos aproximará a los conocimientos básicos para tener plantas medicinales en nuestros jardines, no se lo pierdan que va a estar muy interesante.
Y como es costumbre en mis historias compartir recetas que he utilizado en mis vivencias y que seguramente te van a ser útiles a ti en la atención y el cuidado de tu cuerpo o de los tuyos, comparto contigo mi té de orégano.
Infusión de Orégano
2
hojas de orégano orejón, que también puede ser una cucharadita dulcera de
orégano seco.
1
taza de agua
Miel
al gusto (opcional).
Procedimiento:
1.
En una olla pequeña hierve la taza de agua.
2.
Una vez bien lavadas las 2 hojas de orégano, colócalas en un refractario,
agrega el agua hirviendo y tapa por 10 minutos.
3.
Destapa el recipiente, endulza con la miel, si es el caso, y está listo para
servir y tomar.
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