Esta parte de la historia, puedo contártela
con vagos flashes del recuerdo. La vida nos enseña a afrontar los cambios desde
que estamos en el calentito vientre de nuestras madres. Esa es la primera
mudanza, desde el calor, el amor y la protección de la barriguita de mamá,
hacia lo estridente, explosivo y enigmático del nuevo entorno.
Para unos es más, para otros es menos, pero para todos, el cambio siempre implica reacción y crisis de alguna manera. Hoy te confieso que a mis 40 primaveras no deja de ser igual. Así que si estás hoy en un proceso de mudanza, donde tú y tus hijos o tu familia estén dejando atrás todo lo que aman, ten paciencia, se amable contigo y con ellos que todo llega a su tiempo. Tal vez mi mamá en son de broma te hubiese dicho: -Deje que la burra coja el nado que los pollinos le ajilan. Ese refrán hacía mención a que hay que esperar que las cosas por si solas tomen el rumbo correcto en el tiempo preciso.
Para unos es más, para otros es menos, pero para todos, el cambio siempre implica reacción y crisis de alguna manera. Hoy te confieso que a mis 40 primaveras no deja de ser igual. Así que si estás hoy en un proceso de mudanza, donde tú y tus hijos o tu familia estén dejando atrás todo lo que aman, ten paciencia, se amable contigo y con ellos que todo llega a su tiempo. Tal vez mi mamá en son de broma te hubiese dicho: -Deje que la burra coja el nado que los pollinos le ajilan. Ese refrán hacía mención a que hay que esperar que las cosas por si solas tomen el rumbo correcto en el tiempo preciso.
Contaría con 6 años, cuando me vi
trasladada de mi escondite perfecto bajo la mesa de los pasteles en la casa de
mis abuelos, hacia una silla en el medio del patio en la escuela de otra ciudad,
como mi primera medida de protesta porque no quería estar ahí. Dios…si lo sé,
desde chiquita comencé con las protestas en contra del sistema.
Ya mis panas Fernando y Omarcito,
habían quedado en San Fernando para seguir con sus vidas, y yo aquí, en mi nueva
ciudad, lograba tener de nuevo un compinche con quien jugar: Gustavo.
Recuerdo que nos inscribieron a
los dos en la misma escuela, pero como él iba más avanzado que yo, nos
separaron de salón. Ah no! Eso bastó y sobró para que yo hiciera mi primer
berrinche escolar.
De la nueva escuela recuerdo que
me gustaban las tabletas de leche que nos repartían a todos cuando llegaba la
hora del receso. Creo que es el único recuerdo cariñoso que tengo de ese sitio.
Sin embargo mi estancia allí no fue larga.
A mi nuevo amiguito lo cambiaron
para el colegio religioso de varones y a mí para el colegio de monjas de las
hembras; pero eso no evitaba que pudiéramos jugar muchísimo en las tardes al
salir del colegio, porque las casas de él y la mía, se comunicaban por un “pretil”
en el patio, al que yo solía subirme para llamar a Gustavo o chismearle a mi nueva
tía Teresa, su abuela, cualquier cosa sobre mi casa.
Mi maestra de kinder se llamaba
Gloria, y hasta donde puedo recordar, era un verdadero amor. Hablaba bajito y
con mucho cariño. Éramos solo niñas y usábamos baticas de colores según correspondiera
al día de la semana.
La sede del nuevo preescolar
siempre me pareció linda, quizás no por su estructura, sino por el cariño de
las maestras, la disposición de las zonas de juego, los colores y las canciones
que nos enseñaban todos los días.
La nueva casa era larga y quedaba
en el centro de la ciudad pero lejos de la plaza. Afortunadamente los nuevos
vecinos eran gratos. La señora se llamaba Adelisa su hija Teresita y su mamá
Teresa. Mi vecinita grande, mucho mayor que yo, solía jugar conmigo y le hacía
ropa a las muñecas, lo que hacía menos duro mi separación de todo cuanto
conocía en San Fernando y me había sido familiar.
Recuerdo que hasta el clima
cambió; estábamos ahora en un lugar un poco más frío y donde recuerdo muchos
más días de lluvia. Ya no eran tan frecuentes las salidas al campo y mi zona de
juegos por los momentos se remitía a una cuadra.
Una de las imágenes que tengo en
mi mente como si fuera ayer, es un día en el que el cielo se tornó rojo
encendido cuando estaba a punto de llover. Doña Teresa se volteó y me miró con
sus grandes ojos diciéndome: -Ya viene la candela! Y cuando observó mi cara de
susto, solo se sonrió y me dijo: - Mentira mi muchachita, era para echarte
broma.
Otro día era temprano en la tarde
y llovía habiendo sol, la señora Teresa me dijo – Está lloviendo con sol,
porque el diablo y la diabla están peleando. Decir eso y soltar la carcajada
ante mi inocente asombro fueron dos cosas iguales.
En honor a este recuerdo, comencé
a buscar recetas de las tabletas de leche y mira…las encontré! Es una receta
española, y hoy sacando conclusiones, me dí cuenta que es perfectamente factible por la presencia contundente
de españoles y canarios en esta noble ciudad y su influencia en las costumbres
culinarias de la región. A continuación, comparto contigo la receta que
conseguí:
TABLETAS DE DULCE DE LECHE
Receta tomada de http://las-recetas-de-gabriela.blogspot.com/
Ingredientes:
*8 tzas de leche
*7 tzas de azúcar
*pizca de bicarbonato de sodio
Procedimiento:
Hervir la leche con el azúcar
revolviendo continuamente con cuchara de madera. Cuando comience a espesar,
agregar el bicarbonato y seguir revolviendo hasta que espese. Retirar del fuego
y batir hasta espesar nuevamente. Si no hubiese logrado un punto muy espeso
llevar al fuego unos minutos más y repetir la operación de batido hasta obtener
una buena consistencia. Volcar la preparación en una fuente rectangular
enmantecada y cuando esté tibia cortarla
en cuadraditos, que se guardan envueltos en papel celofán.
Les cuento que si llegan a
dárselas a sus hijos pequeños, tal vez, dentro de muchos años, sea el mejor
recuerdo que tengan de un momento importante de sus vidas. Buen provecho!
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